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Encuentro: «Emprender Deep-Tech en España», english version

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Diálogo sobre las instituciones que apoyan el Deep-Tech, con el objetivo de enfatizar la importancia de dar forma a una estrategia explícita de apoyo y la importancia de definir con criterios claros el concepto, con Lars Frolund, profesor de ecosistemas de innovación y empresas de deep tech en el MIT y miembro del Consejo Europeo de Innovación; Fernando Galindo-Rueda, economista senior en la División de Análisis Económico y Estadísticas de la OCDE; Óscar Sala, evaluador-experto del Consejo Europeo de Innovación y de la Agencia Ejecutiva de PYMES (EISMEA), y Asier Rufino, fundador y director General de Tecnalia Ventures. Fernando Galindo-Rueda: Necesitamos diferenciar los conceptos. Para eso tenemos las definiciones, lo que tiene implicaciones para el apoyo público. Otras definiciones nos sirven para medir las cosas, porque si no sabes lo que estás intentando medir ¿cómo vas a hacerlo? Las definiciones también proporcionan una narrativa de esta idea de la Deep Tech, que tiene un valor de marca en sí mismo porque estamos intentando ser demasiado superficiales. Queremos profundizar en las cosas. Cuando hablamos de Deep-Tech pensamos que sabemos de qué estamos hablando. La definición de Deep-Tech juega mucho con la idea de lo que no es la Deep-Tech. Se pone énfasis en el aspecto de estar en la frontera, a diferencia de las que están en la periferia y no aportan nada nuevo, por ejemplo muchas realizaciones en el ámbito digital que no aportan nada nuevo. Hay una cierta hostilidad contra la falta de autenticidad, que son un poco etéreas y que la gente no puede entender y no están imbricadas en la economía. Hay una reacción bastante importante contra estas cosas. Quizá estamos incorporando demasiados elementos en la definición. Siempre tenemos una misión que cumplir, pero si intentamos meter demasiadas cosas en la definición acaba siendo un reflejo de lo que nos gustaría que existiera en la definición. A veces es mejor conformarse con una definición que no sea tan precisa pero que nos ayude a entender porqué hay tanta o tan poca Deep-Tech. Es una tecnología que está en la frontera de la innovación, que tiene componentes tangibles. Esto es importante para definir el concepto. Asier Rufino: Soy un constructor de aventuras económicas, estoy bastante cerca de la Deep-Tech. Mi papel es ayudar a que las tecnologías lleguen al mercado. Lo primero es que intentamos identificar las pepitas de oro que hay en Tecnalia, que son tecnologías que se desarrollan casi siempre con dinero público que procede de financiación competitiva de Europa o no competitiva de la comunidad autónoma. Queremos identificar tecnologías con la capacidad de identificar problemas por las que alguien esté dispuesto a pagar, porque Deep-Tech va de la mano de modelos de negocio B2B. Por tanto, tenemos que estar muy cerca de cuáles son los problemas que tienen una dimensión económica suficiente y que merezca la pena invertir para resolverlos. Luego hay que protegerlos de la mejor manera posible. Hace falta mitigar el riesgo de escalación porque algo que funcione en el laboratorio puede no hacerlo a una escala mayor. También está el tema de la normativa, porque el Deep-Tech está en la vanguardia, creando nuevas categorías de producto que aún necesitan una regulación. Además, está el tema de los equipos. Tenemos que mejorarlos. Se necesitan equipos competentes, con investigadores, pero también gente que no está en los laboratorios y conectarlos cuando a menudo no interactúan de manera natural. En España tenemos gente con capacidades de emprendimiento y científicos excelentes, pero es muy difícil conectarlos. Muchas veces, cuando se crean compañías de Deep-Tech, se hace con perfiles que trabajan en el laboratorio, pero también se necesitan perfiles complementarios. Una vez que tenemos los dos tipos de actores, el dinero fluye. También hay mucho que hacer en España en el tema de capital riesgo. Lars Frolund: Es demasiado difícil convencer al mercado. El modelo actual de capital riesgo está más bien dirigido por los socios, que buscan un buen retorno. Si quieres cambiar algo, es mejor ir a los socios y decirles que tienen que hacer las cosas de forma distinta. Tenemos que diversificar la forma en que funcionan esos socios. Necesitamos que las fundaciones y los family offices estén interesados. Estos son los que tienen el capital. Tenemos que aprovechar nuestra riqueza y nuestra sociedad del bienestar que se ha convertido en dinero. ¿Cómo? Mediante los fondos de pensiones. En el Reino Unido, quienes invierten en el desarrollo de tecnologías médicas son los fondos de pensiones norteamericanos. Esto no puede seguir siendo así. Necesitamos otros inversores institucionales que asuman una responsabilidad porque, si no, no vamos a tener Estado del bienestar. Una de las formas más fáciles de decir porqué queremos Deep-Tech es decirle a la gente que si quiere tener una buena vida hay que invertir en Deep-Tech. Hay una tendencia de optimizar para obtener más riqueza. La forma en que hemos visto que se ha hecho es invertir mucho en empresas digitales. Pero deberíamos tener una perspectiva de país. Si invertimos en esas empresas, se va a crear riqueza para muy pocas personas y el aparto productivo se va a situar fuera del país. Otro motivo para invertir en Deep-Tech es que reeduca a los trabajadores. Los países que no invierten en ello van a tener más pobres y menos ricos. Detrás de cada cosa nueva que crea un físico hay una fábrica, unos trabajadores que saben hacer ese trabajo. Tenemos que empezar a apreciar su trabajo, pero no lo hemos hecho. Hemos pensado que se podía subcontratar la producción con otros países y los países a los que hemos llevado esa producción ahora nos dominan. China es líder en dos terceras partes de las tecnologías más importantes del mundo. Si no queremos que esto suceda, tenemos que empezar a invertir en Deep-Tech y en nuestras universidades, no solo para enriquecerse, sino para seguir disfrutando de un buen nivel de vida. Lo que las empresas de Deep-Tech quieren es un cliente que se centre mucho en los detalles, que pueda definir la solución, que sea exigente. Space X se desarrolló por una innovación en las licitaciones públicas de la Nasa. Estableció unos hitos muy específicos y solo daba el dinero si de forma simultánea desarrollaba un mercado civil. Esta es una forma de incentivar la construcción de empresas con una capacidad muy concreta. Lo que tiene que pasar en España es incentivos muy bien dirigidos en programas de licitaciones públicas para que los gobiernos dejen de comprar lo barato, que el precio no sea lo más importante, y empiece a comprar a las empresas españolas soluciones en fase prototipo, porque ahora mismo no lo está haciendo. Lo que tenemos que hacer cuando no existe el mercado para esa tecnología es aprovechar tus fortalezas, tus sectores importantes. Esa es la señal para las empresas para crear un mercado para ello. Óscar Sala: Deep-Tech no es un debate sobre la tecnología, sino sobre la economía; es convertir el conocimiento en valor para el mercado. Si queremos transformar nuestra economía, tenemos que ver de qué está compuesta, cuáles son nuestras fortalezas, en qué sectores o qué tecnologías podemos ser más competitivos. Hay que centrarse en los sectores en los que somos fuertes. Las empresas tienen que cambiar la forma en que trabajan hoy. Ha llegado el momento de transformar todo esto en nuevas empresas. Los gobiernos tienen que crear las primeras iniciativas. La industria no está lista para adoptar la tecnología, se centraba en reducir costes. Hay que trabajar en tres ángulos distintos. En primer lugar, hay que visibilizar la industria. Hay que crear las condiciones para el diálogo entre industria e investigadores. En Finlandia, el 40% de las inversiones es en Deep-Tech, en España es solo el 15%. En segundo lugar, las investigaciones listas para lanzarlas al mercado y los sectores dispuestos a adoptar esa tecnología tienen que trabajar juntos. Además, hay que escalar. Solo el 7% de las inversiones son en I+D y casi el 50% de las start ups vienen de Deep-Tech. Hay que crear las condiciones para crear la mentalidad de empresarios e investigadores y cambiar el modelo para medir el impacto que están teniendo en el mercado. En Europa no tenemos el mismo mercado de inversión que en Estados Unidos o Singapur, pero sí que tenemos buenos conocimientos. En biotecnología somos muy buenos. En salud digital España podría desempeñar un papel muy importante. Agrotecnología también es un sector muy importante. Y también en la transición energética.
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Las definiciones también proporcionan una narrativa de esta idea de la Deep Tech, que tiene un valor de marca en sí mismo porque estamos intentando ser demasiado superficiales. Queremos profundizar en las cosas. Cuando hablamos de Deep-Tech pensamos que sabemos de qué estamos hablando. La definición de Deep-Tech juega mucho con la idea de lo que no es la Deep-Tech. Se pone énfasis en el aspecto de estar en la frontera, a diferencia de las que están en la periferia y no aportan nada nuevo, por ejemplo muchas realizaciones en el ámbito digital que no aportan nada nuevo. Hay una cierta hostilidad contra la falta de autenticidad, que son un poco etéreas y que la gente no puede entender y no están imbricadas en la economía. Hay una reacción bastante importante contra estas cosas. Quizá estamos incorporando demasiados elementos en la definición. Siempre tenemos una misión que cumplir, pero si intentamos meter demasiadas cosas en la definición acaba siendo un reflejo de lo que nos gustaría que existiera en la definición. A veces es mejor conformarse con una definición que no sea tan precisa pero que nos ayude a entender porqué hay tanta o tan poca Deep-Tech. Es una tecnología que está en la frontera de la innovación, que tiene componentes tangibles. Esto es importante para definir el concepto. Asier Rufino: Soy un constructor de aventuras económicas, estoy bastante cerca de la Deep-Tech. Mi papel es ayudar a que las tecnologías lleguen al mercado. Lo primero es que intentamos identificar las pepitas de oro que hay en Tecnalia, que son tecnologías que se desarrollan casi siempre con dinero público que procede de financiación competitiva de Europa o no competitiva de la comunidad autónoma. Queremos identificar tecnologías con la capacidad de identificar problemas por las que alguien esté dispuesto a pagar, porque Deep-Tech va de la mano de modelos de negocio B2B. Por tanto, tenemos que estar muy cerca de cuáles son los problemas que tienen una dimensión económica suficiente y que merezca la pena invertir para resolverlos. Luego hay que protegerlos de la mejor manera posible. Hace falta mitigar el riesgo de escalación porque algo que funcione en el laboratorio puede no hacerlo a una escala mayor. También está el tema de la normativa, porque el Deep-Tech está en la vanguardia, creando nuevas categorías de producto que aún necesitan una regulación. Además, está el tema de los equipos. Tenemos que mejorarlos. Se necesitan equipos competentes, con investigadores, pero también gente que no está en los laboratorios y conectarlos cuando a menudo no interactúan de manera natural. En España tenemos gente con capacidades de emprendimiento y científicos excelentes, pero es muy difícil conectarlos. Muchas veces, cuando se crean compañías de Deep-Tech, se hace con perfiles que trabajan en el laboratorio, pero también se necesitan perfiles complementarios. Una vez que tenemos los dos tipos de actores, el dinero fluye. También hay mucho que hacer en España en el tema de capital riesgo. Lars Frolund: Es demasiado difícil convencer al mercado. El modelo actual de capital riesgo está más bien dirigido por los socios, que buscan un buen retorno. Si quieres cambiar algo, es mejor ir a los socios y decirles que tienen que hacer las cosas de forma distinta. Tenemos que diversificar la forma en que funcionan esos socios. Necesitamos que las fundaciones y los family offices estén interesados. Estos son los que tienen el capital. Tenemos que aprovechar nuestra riqueza y nuestra sociedad del bienestar que se ha convertido en dinero. ¿Cómo? Mediante los fondos de pensiones. En el Reino Unido, quienes invierten en el desarrollo de tecnologías médicas son los fondos de pensiones norteamericanos. Esto no puede seguir siendo así. Necesitamos otros inversores institucionales que asuman una responsabilidad porque, si no, no vamos a tener Estado del bienestar. Una de las formas más fáciles de decir porqué queremos Deep-Tech es decirle a la gente que si quiere tener una buena vida hay que invertir en Deep-Tech. Hay una tendencia de optimizar para obtener más riqueza. La forma en que hemos visto que se ha hecho es invertir mucho en empresas digitales. Pero deberíamos tener una perspectiva de país. Si invertimos en esas empresas, se va a crear riqueza para muy pocas personas y el aparto productivo se va a situar fuera del país. Otro motivo para invertir en Deep-Tech es que reeduca a los trabajadores. Los países que no invierten en ello van a tener más pobres y menos ricos. Detrás de cada cosa nueva que crea un físico hay una fábrica, unos trabajadores que saben hacer ese trabajo. Tenemos que empezar a apreciar su trabajo, pero no lo hemos hecho. Hemos pensado que se podía subcontratar la producción con otros países y los países a los que hemos llevado esa producción ahora nos dominan. China es líder en dos terceras partes de las tecnologías más importantes del mundo. Si no queremos que esto suceda, tenemos que empezar a invertir en Deep-Tech y en nuestras universidades, no solo para enriquecerse, sino para seguir disfrutando de un buen nivel de vida. Lo que las empresas de Deep-Tech quieren es un cliente que se centre mucho en los detalles, que pueda definir la solución, que sea exigente. Space X se desarrolló por una innovación en las licitaciones públicas de la Nasa. Estableció unos hitos muy específicos y solo daba el dinero si de forma simultánea desarrollaba un mercado civil. Esta es una forma de incentivar la construcción de empresas con una capacidad muy concreta. Lo que tiene que pasar en España es incentivos muy bien dirigidos en programas de licitaciones públicas para que los gobiernos dejen de comprar lo barato, que el precio no sea lo más importante, y empiece a comprar a las empresas españolas soluciones en fase prototipo, porque ahora mismo no lo está haciendo. Lo que tenemos que hacer cuando no existe el mercado para esa tecnología es aprovechar tus fortalezas, tus sectores importantes. Esa es la señal para las empresas para crear un mercado para ello. Óscar Sala: Deep-Tech no es un debate sobre la tecnología, sino sobre la economía; es convertir el conocimiento en valor para el mercado. Si queremos transformar nuestra economía, tenemos que ver de qué está compuesta, cuáles son nuestras fortalezas, en qué sectores o qué tecnologías podemos ser más competitivos. Hay que centrarse en los sectores en los que somos fuertes. Las empresas tienen que cambiar la forma en que trabajan hoy. Ha llegado el momento de transformar todo esto en nuevas empresas. Los gobiernos tienen que crear las primeras iniciativas. La industria no está lista para adoptar la tecnología, se centraba en reducir costes. Hay que trabajar en tres ángulos distintos. En primer lugar, hay que visibilizar la industria. Hay que crear las condiciones para el diálogo entre industria e investigadores. En Finlandia, el 40% de las inversiones es en Deep-Tech, en España es solo el 15%. En segundo lugar, las investigaciones listas para lanzarlas al mercado y los sectores dispuestos a adoptar esa tecnología tienen que trabajar juntos. Además, hay que escalar. Solo el 7% de las inversiones son en I+D y casi el 50% de las start ups vienen de Deep-Tech. Hay que crear las condiciones para crear la mentalidad de empresarios e investigadores y cambiar el modelo para medir el impacto que están teniendo en el mercado. En Europa no tenemos el mismo mercado de inversión que en Estados Unidos o Singapur, pero sí que tenemos buenos conocimientos. En biotecnología somos muy buenos. En salud digital España podría desempeñar un papel muy importante. Agrotecnología también es un sector muy importante. Y también en la transición energética.
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